“De hada a payasa”: nuestra opinión sobre el infantil de Carlos Paz

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“Pelo magenta, colorada la nariz y una pollera de colores…

Y ser la payasa Alhelí”

 

 

 

 

El mundo de los payasos es para mí fascinante, y ésta, en particular, no es cualquier payasa. Es la payasa Alhelí, Jorgelina “Joly” Castagno, quien, con su obra teatral “De hada a payasa”, nos invita a conocer un mundo mágico.

Alhelí, el hada, vive en el mundo Alegrí, feliz y sin preocupaciones, salvo por una duda que ronda en su cabeza, ¿Cómo será el mundo de las personas? Sólo un arco iris la separa de ese mundo. Su amiga Kimberly (un hada que nos recuerda al personaje de Dora en “Buscando a Nemo”) le advierte: está prohibido ir al otro mundo, es peligroso. Edmundo “El Inmundo”, personaje malvado, está allí y quiere ensuciar cada rincón, tirando basura.  Alhelí no se rinde, su sueño es hacer feliz a los niños tristes y aburridos, y evitar que todo pierda su color. Por eso se fija una nueva meta: convertir a Edmundo “El Inmundo” en buena persona, para que no contamine el mundo de las personas. Todo lo logrará si se convierte en payasa, para divertir a todos; Y, a modo de mantra, pide una peluca, una nariz de payaso y una pollera con los colores del arco iris. Así, recitando el mantra,  se transforma en Alhelí, la payasa.

A lo largo de la obra las nuevas tecnologías son también protagonistas. Selfies,  videos en Instagram, mensajes, videollamadas y el crédito del celular que se acaba, todo es parte del relato en que Alhelí y Kimberly se comunican con un lenguaje multimedia que los niños captan inmediatamente y comparten con los personajes.

Las coreografías invitan a los niños a saltar en sus sillas y acompañar el ritmo de cada canción. El humor es la carta que bajo la manga tiene todo payaso, y en la obra, brilla en el momento en que Alhelí interactúa con su público, que la ayuda en su cometido.

Al finalizar el espectáculo, Alhelí nos recuerda que son los niños quienes siempre harán reír al mundo y que es responsabilidad nuestra de que así sea. El amor y la ternura puestos en esta obra se reflejan en cada detalle arriba del escenario, invitando a los adultos a ser niños por una hora y a los más pequeños, a no dejar de sonreír. Jorgelina, el artista detrás de la payasa, se basa en su historia personal para llevar adelante esta obra, que sin lugar a dudas, es un espectáculo imperdible para los chicos que viven o los que pasan sus vacaciones en Carlos Paz.

Un esfuerzo de esta gran clown cordobesa que desde hace años empezó en un lugarcito de la ciudad, como artista callejera, y hoy pisa el teatro con una propuesta divertida y de calidad, para seguir llevando alegría al mundo de las personas.

Últimas funciones, este lunes 19 y martes 20 de febrero, a las 20 hs en Teatro Acuario de Villa Carlos Paz.

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