Lecturas mayores: la experiencia de leer a los abuelos en un geriátrico

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El camino de experiencias de lectura que recorro (donde siempre encuentro una persona que lo ilumina), me condujo a un geriátrico municipal. Llegué con cierta incertidumbre ya que, acostumbrada a los ámbitos de lectura con niños, no sabía cómo me recibirían los abuelos.

Me habían comentado que disfrutaban mucho de las intervenciones teatrales o musicales que a veces les proporcionaban, pero lo mío era otra cosa, no tenía ese componente colorido. Ni siquiera iba a hacer una performance de narrador oral, simplemente iba a leer, libro en mano.

Debo decir que mi experiencia fue amorosamente gratificante, de ida y vuelta. El tiempo se pasó volando, leí más de lo que había planificado, recibí más de lo que di. Y por ello volví y seguiré yendo.

A quienes siempre disfrutaron de leerles a sus niños y de buenas a primeras crecieron, a quienes gustan de leer en voz alta, a quienes les fascina compartir buenos textos, les digo que la satisfacción es plena. En los geriátricos a muchos les cuesta leer por su baja visión, o por alguna dolencia que les impide sostener un libro. Ellos y ellas ansían volver a experimentar los viajes que ya conocemos quienes leemos habitualmente. También están quienes no tienen intenciones de buscar compañía en los libros, simplemente porque nunca formaron parte de su vida y descubren en las lecturas una puerta abierta que les permite vivenciar con historias de ficción, emociones que no se esperaban encontrar en esta etapa de sus vidas.

Mantener la mente activa es fundamental para conservar las funciones intelectuales en la tercera edad. Además, la literatura puede ofrecerles un refugio, cuando se sumergen por completo en la historia, por ese instante se evaden de sus preocupaciones. Sin duda un bálsamo para muchos. Si tenemos en cuenta que en esos lugares la rutina es un ancla demasiado pesada de sobrellevar, la llegada de una persona que les dedique tiempo de lectura y los sorprenda con textos diversos, es un verdadero regalo.

Quizás estén leyendo esta columna padres que aún tienen hijos pequeños y están en la hermosa etapa de leerles cuentos, pues quisiera decirles que entre las semillas que están sembrando, hay una que probablemente brotará a largo plazo, porque hay más probabilidades que un adulto resuelva disponer parte de su tiempo para regalarle lecturas a un abuelo, si su cerebro ha guardado la experiencia amorosa de haber sido antes sujeto de lectura.

Lo estupendo de leerles a los adultos mayores es que ellos disfrutan de gran variedad de historias, aman los cuentos de literatura infantil así como los relatos picarescos de otras épocas, esperan el capítulo siguiente de una novela, ansían saber cómo termina una aventura y se animan a alzar vuelo con las poesías, incluso susurradas.

Si nunca han vivido la experiencia de ir a leer a una residencia geriátrica, y tienen la inquietud, les aconsejo que traten de ponerse en contacto con algún referente del lugar, siempre están dispuestos a sumar voluntades. Los tiempos de lectura no son extensos, incluso pueden ir en compañía de sus niños, para ellos será un gran aprendizaje y los abuelos son sumamente cálidos.

Creo que no es una novedad para nadie el hecho de que hay personas casi abandonadas que han dejado de recibir visitas desde hace tiempo. Estas acciones son como el vuelo de las luciérnagas para ellos.

Sé que el tiempo es lo más valioso que tenemos y muchas veces es lo que más nos cuesta donar, justamente por eso, por la valía del tiempo es mejor invertirlo en una causa noble que será gratificante de ida y vuelta.

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Analía Juan
Mamá de Mateo, un angelito que la cuida, y de María Celeste y Ana Victoria; gracias a ellas descubrió el camino de la literatura infantil, fue poner un pie y ya no quiso salirse de esa senda. Cree profundamente en el potencial creador de los niños y siente que leerles cuentos y poesías es otra forma de acariciar. Escritora, docente y Coordinadora de Talleres de Literatura para niños y adultos en Jesús María y Colonia Caroya, Córdoba, Argentina. Como Coordinadora de talleres literarios para chicos, ha conseguido que sus alumnos se destaquen, obteniendo en varias oportunidades primeros puestos en concursos nacionales como el destacado Concurso Literario Nacional “¿Quién apaga las estrellas?” del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

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