Remanso de libros en vacaciones de invierno

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Es cierto que las vacaciones son necesarias, teóricamente debería ser un tiempo de descanso en el que se cultive el ocio, que no es lo mismo que inmovilidad o no hacer nada, podría tomarse como una invitación a crear, jugar y relajarse con actividades placenteras. Pero vaya a saber por qué loca evolución consumista en muchos casos se transforman en una odisea de actividades y gastos.

Al parecer cada vez es más difícil pensar el tiempo libre como un proceso creativo, no como un elemento de consumo. No todos los chicos tienen expectativas propias, muchas veces se las generan los propios padres mientras los chicos sólo quieren jugar y divertirse.

En principio hay que comprender y hacerles entender que las vacaciones implican un receso en las responsabilidades, un descanso. No son para llenarse de otras actividades o continuar con la agenda completa u otras exigencias que a corto plazo producen mucho malestar familiar. Aunque luego de escuchar algunas conversaciones de padres, es necesario que primero ellos mismos asimilen eso.

Ciertamente, en las grandes ciudades es más notorio el rally de actividades infantiles. En los lugares del interior son menos las opciones pero aún así las familias se lanzan a la ruta rumbo al Shopping o a la Feria de “….” o al Complejo de “…”, en las reuniones es frecuente escuchar alguna madre diciendo “¡Cómo van a pasar las vacaciones y no vamos a llevar a los chicos a algún lado!” A la vez que el padre refuta irónicamente: “Algún lado no es lo mismo que todos lados” entrecomillando con los dedos “todos lados”. Y ese es el punto, ahora que terminaron las vacaciones y relevando opiniones, observo que quienes más opciones fueron tildando en su grilla de actividades, fueron los que más agotados terminaron, y los que sólo escogieron una salida fueron quienes sintieron el placer de hacer algo distinto. Abundaban expresiones como: “el tránsito fue un caos, un estrés total, nos cansamos de hacer colas, la cabeza me estallaba de tanto bullicio, luces y encierro, todo carísimo, cada salidita me costó un ojo de la cara”.

Hay una visión un poco extraña del descanso, incluso en algunos municipios del interior. Se vuelven locos programando actividades diarias haciendo malabares con los recursos humanos y económicos para abarcar a todos los barrios simultáneamente, y pareciera que si un día no ofrecen opciones de diversión es un fracaso.

Me da la sensación de que se pierde el verdadero significado del receso de invierno. Es cierto que durante esos días las familias pueden aprovechar para disfrutar de una excursión cultural,  paisajística o deportiva, y ese relax que ofrece disfrutar una jornada diferente recarga las pilas y llena los sentidos, pero si esas breves semanas se transforman en una vorágine de actividades el deseado descanso se esfumará en un ¡tris!

Por otra parte me agradó escuchar una mamá comentando (entre risas) que por suerte podía encontrar un remanso con los libros. “Me sentaba a leerle y parecía que todo se calmaba, después del bullicio del centro comercial, encontrar esa calma me mantuvo sana psicológicamente.”

Y allí precisamente hay una isla para todos, quisiera que no la perdieran del mapa.

Los libros son un remanso al caos de las multitudes, al mal día en el trabajo, a la desesperante espera en la sala de un hospital, al estrés citadino, al noticiero.

Muchas veces necesitamos encontrarnos en estas situaciones de exceso de actividad para desear llegar a un oasis. Debemos mostrarle a nuestros niños que existe ese lugar escondido entre dos tapas, si no lo aprenden de nosotros siempre estarán buscando opciones que les acaricien los desasosiegos y el mercadeo está al salto por un bizcocho, y en oferta seguramente encontrarán aplicaciones multimedia, pildoritas sensoriales, dispositivos con sueños y vaya a saber qué otros inventos, pero nada se compara a la voz amada leyendo un cuento.

 

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Analía Juan
Mamá de Mateo, un angelito que la cuida, y de María Celeste y Ana Victoria; gracias a ellas descubrió el camino de la literatura infantil, fue poner un pie y ya no quiso salirse de esa senda. Cree profundamente en el potencial creador de los niños y siente que leerles cuentos y poesías es otra forma de acariciar. Escritora, docente y Coordinadora de Talleres de Literatura para niños y adultos en Jesús María y Colonia Caroya, Córdoba, Argentina. Como Coordinadora de talleres literarios para chicos, ha conseguido que sus alumnos se destaquen, obteniendo en varias oportunidades primeros puestos en concursos nacionales como el destacado Concurso Literario Nacional “¿Quién apaga las estrellas?” del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

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