Pantallas, el hábito que atrapa : Un pediatra explica cómo proteger a nuestros hijos

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Por Dr. Luis Omar Castro, Médico Pediatra.

A menudo nos preguntamos «¿qué hacer?» cuando vemos a nuestros hijos, ya sean pequeños o adolescentes, hipnotizados por una pantalla. Cuando los adultos están inmersos en sus múltiples actividades, se ha vuelto la herramienta más fácil para calmarlos, para entretenerlos, para tener un momento de paz. Pero como pediatra, veo en mi consultorio a diario la otra cara de este hábito aparentemente inofensivo y mi deber es alertar: estamos normalizando la puerta de entrada a la adicción.

El cerebro en desarrollo: Un terreno fértil para la adicción

Nadie nace adicto, pero el cerebro de un niño o un adolescente es una tierra sumamente fértil para que las adicciones echen raíces. Cuando un chico pasa de nivel en un videojuego o recibe notificaciones en sus redes, su cerebro libera dopamina, el mismo neurotransmisor del placer que se activa con las drogas o el alcohol.

Muchos padres creen que el problema es la cantidad de horas, pero el verdadero riesgo está en la cronicidad. Ese rato «sagrado» con la tablet todos los días después del colegio entrena al cerebro de tu hijo, lo acostumbra a necesitar ese estímulo para sentirse bien. El sistema de recompensa cerebral no distingue si el placer viene de un abrazo, de una golosina o de una pantalla. Simplemente aprende el camino más rápido y fácil para obtenerlo.

Señales de alerta: ¿Cuándo un hábito deja de ser sano?

La línea es más delgada de lo que creemos. Te pido que observes a tu hijo: ¿cómo reacciona cuando le pedís que apague el celular o la consola? Si la respuesta es una irritabilidad desmedida, ansiedad, enojo o una profunda angustia, no es un simple berrinche. Es una señal de que su cerebro ya siente la abstinencia.

La negación es una defensa típica, tanto en ellos como en nosotros como padres. Pero si ese hábito interfiere con sus horas de sueño, su rendimiento escolar, sus ganas de jugar al aire libre o de compartir tiempo en familia, tenemos que actuar.

De las pantallas a otros riesgos: Una escalada peligrosa

Este «entrenamiento» cerebral durante la infancia deja a los chicos en una posición de mayor vulnerabilidad frente a otros consumos en la adolescencia. Un cerebro que aprendió la ruta de la recompensa fácil es más propenso a buscarla luego en el alcohol de fin de semana o en sustancias como la marihuana.

Y aquí la advertencia debe ser aún más fuerte: la marihuana actual, manipulada genéticamente, tiene niveles de THC altísimos que están provocando cuadros psicóticos y de esquizofrenia en adolescentes, una etapa donde su cerebro es una «obra en construcción» y extremadamente frágil.

La prevención empieza en casa

La buena noticia es que, aunque existan factores genéticos que aumenten la vulnerabilidad, el destino no está escrito. La conducta y el entorno que creamos como padres pueden revertir cualquier tendencia.

  1. Conexión real vs. Conexión virtual: Un estudio de Harvard demostró que el principal predictor de la felicidad es la calidad de nuestros lazos afectivos. El contacto real, el cara a cara, el abrazo y la charla son el antídoto más poderoso.
  2. Poner límites claros: No se trata de prohibir, sino de enseñar un uso saludable y medido de la tecnología. Las reglas deben ser firmes y consensuadas.
  3. Fomentar otras fuentes de placer: El deporte, el arte, la lectura, las juntadas con amigos, los juegos de mesa. Ayudemos a nuestros hijos a que su cerebro encuentre dopamina en actividades que nutren su mente y su espíritu.

El acompañamiento temprano y una familia atenta pueden cambiar por completo el futuro de un chico. Las adicciones no discriminan, pero la prevención y el amor son las herramientas más eficaces que tenemos para proteger a nuestros hijos.

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