«¿Es cosa de payasos?» Reflexiones de Justina Esperanza

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Por Justina Esperanza.

Por estos días he visto cómo a través de distintos medios de comunicación, se hizo leña de un árbol caído, me pregunto cuán caído estará ese árbol. Quizás un fuerte viento lo azotó y sus raíces hayan resistido, tal vez no sea todo tal cual parece y ese árbol pueda enderezarse, sanarse y el día de mañana, ¿por qué, no? Volver a dar sus frutos…

– «Es cosa de payasos, Justi», me dijeron irónicamente. Pero yo siento que no es solo eso,-«Se trata de un personaje muy querido y su familia, que de algún modo u otro, nos acompañó en el transcurso de nuestras infancias. Es cordobés y primero fue artista callejero. Le creímos todos o casi todos y felicitamos sus logros porque además consiguió diferenciarse del resto con su trabajo dirigido a las chicos», respondí.

¡Ay Justina Esperanza! qué manera pensar…¡De dónde sacás tanto optimismo! Y bueno, así soy, una romántica empedernida, en el sentido más ideológico del término. Es que yo creo en los ideales, en la libertad que puede darnos el amor verdadero y en los sentimientos capaces de enaltecer al ser humano y salvarlo en muchos casos.

Ustedes se preguntarán ¿por qué otra vez?, ¿por qué otra vez escribiendo sobre estas cosas Justina? La respuesta es que esta historia del payaso y su familia enemistada, me trae a la reflexión y he pensado algunas cuestiones puntuales para compartir con aquellos que se animen a responderme, o no… pueden solo leerme si lo desean.

La primera cosa que se me vino a la mente, es que espero que esas generaciones de niños que crecieron junto a Piñón y a sus hijos Sol y Jejemías,  y sus padres, abuelos o tíos, no se sientan desilusionados por la pelea familiar. Algunos de ellos ya serán grandes y habrán visto con malos ojos esto de andar colgando afuera de casa los trapitos al sol, para que todo el mundo lo sepa ¿Que sepa qué? Lo que puede suceder en muchas familias de aquí y de allá, más allá de que se dediquen al arte, que tan bien nos hace a todos. Es cierto, desilusiona creer en una persona, en una familia, tenerla de referencia en la cabeza y luego de repente, conocer cierta verdad, que bien podría haber sido reservada para el ámbito privado. Me pregunto si está bien dirimir estas cuestiones en público. Creo que no…Cuando la gravedad del asunto es de un peso apabullante, la verdad por sí sola lucha por salir a la luz, pero cuando no lo es, tal vez sea lo mejor no exponer y menguar así, el daño de los desencuentros familiares ocurridos y sus consecuencias. Proteger a los nuestros y cuidarnos todos  ¿Qué peso tendrá esa verdad?

Otra cuestión que pienso, es que antes de hablar tanto en lo público como en el ámbito privado, es necesario pensar el impacto de las palabras que uso para comunicar ciertas cosas, para no herir susceptibilidades. Principalmente no victimizarse nunca y tratar de no usar la imagen de nadie o el nombre de alguien, sobre todo si lo quiero y lo conozco y si no, también. No hacer esto para  manifestar la profundidad del malestar o descontento, o para causar más impacto con aquello que quiero decir.

Las consecuencias de los dichos o actos desafortunados, pueden traer aparejados efectos muy negativos en todo aquello y en quienes nos rodean. Por eso, pienso antes de actuar ¿no? Me lo digo y se los digo… Sé que esto es un lugar común, pero cuánta verdad esconde esta frase trillada.

También creo que estas cosas que pasan sirven para entender y entendernos. Todos podemos equivocarnos y siempre es posible reparar y perdonar ¿Siempre lo es? ¿Se puede reparar al menos algo cuando cometemos una equivocación? ¿Podemos o tenemos la capacidad humana para sopesar la situación, ver cuánto nos ha dado una persona querida que puede haberse equivocado y cuánto nos ha quitado con una acción, actitud o un comportamiento que no esperábamos?

Por último, ¿Podremos también suspender el juicio ante el sufrimiento o errores de los otros? ¿Sirve sentirnos identificados para tomar recaudos en nuestra vida personal y no cometer los mismos errores?

Son solo preguntas a partir de estos hechos de público conocimiento sucedidos con la familia de Piñón Fijo, el payaso cordobés más famoso, que todos aprendimos a querer, cómo así también a sus talentosos hijos.

 

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