María Teresa Andruetto: «Siempre necesito una cuota de incerteza y desafíos para seguir mejorando»

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Ella, una de las escritoras cordobesas más prestigiosas del país, cuenta que comenzó a tener éxito y reconocimientos, ya de grande. Durante mucho tiempo vivió momentos de dificultades económicas y carencias. Egresada de la carrera de Letras de la Universidad Nacional de Córdoba, antes de ser una destacada autora, ejerció la docencia en el nivel medio y superior en diversas instituciones.

María Teresa Andruetto, quien en 2012 recibió el  premio Hans Christian Andersen, otorgado por IBBY (Organización Internacional para el Libro Juvenil) , considerado «el pequeño Nobel de la literatura», habla pausado y contesta cada pregunta ahondando en detalles, cada respuesta le permite a uno indagar más y más en su obra, su forma de ser y de pensar.

La tarde en que tuve el placer de entrevistarla, era de esas tardes apuradas, en las que tanto ella como yo, teníamos que cumplir una serie de actividades previstas, que no podían ser postergadas, aunque claro, hasta lo más urgente puede ser pospuesto por razones de causa mayor. A pesar de esto, nos permitimos tomarnos un poco más de media hora para conversar de todo un poco, en el marco de la Sexta Feria del Libro Infantil de Villa Carlos Paz, “Cordobesa de palabra”, que tuvo a María Teresa como a una de sus figuras distinguidas.

-Lo primero que te voy a preguntar, todavía se lo pregunta mucha gente: ¿escritor o escritora se nace, o se hace?, ¿cuándo te descubriste escritora?

-No es algo que haya sucedido de un día para el otro. Escribir fue algo que siempre hice en mi vida, pero antes lo hacía para descargar de alguna manera sensaciones y cosas que pensaba o me pasaban en un papel. Pero ser escritor, para mí es otra cosa, y eso fue llegando mucho más tarde. Fue algo que fue sucediendo. Primero me gustaba escribir, era muy lectora, soy profesora de literatura, trabajé muchos años dando clases, paralelamente escribí algunas cosas para mí, en algún momento me presenté a concursos, en un momento gané un premio, luego llegaron los lectores, y así. Mucho después de todo eso, sentí que era una escritora.

Y acerca de si uno nace o se hace escritor, yo creo que en todo, uno se hace. Sí hay cosas, no sé si llamarlas de nacimiento, sino tempranas en la vida de uno, que tienen que ver con una necesidad de decir, con un oído para la palabra, con un gusto por contar. Algo de eso  ha estado tempranamente, pero no creo que sea de nacimiento.  Yo no veo la cuestión de escribir como algo, cómo te puedo decir…

-Sagrado.

-No, no es así para mí. A veces le preguntan a uno: ¿podría vivir sin escribir? Y sí, podría. Bueno, a lo mejor sería menos interesante la vida para mí, o tal vez habría encontrado otra cosa que la volviera interesante. Escribir es una construcción, es un conjunto de pequeñas decisiones, una cierta sensibilidad. Un interés, un deseo sobre todo. Cuando el deseo es muy grande, uno le pone mucha voluntad, pone mucho interés en eso y va aprendiendo a hacer mejor, eso que hace. Y después, si eso tiene una recepción en otro, si el otro lee y le gusta, y le dice a uno cosas lindas, entonces uno sigue tratando de hacer las cosas mejor. No es algo sagrado, un buen escritor es quizás alguien que puede captar algo de lo más común de las personas o captar algo de la sociedad en la que vive y contarlo.

-¿Qué es lo que te inspira a la hora de escribir? Porque tus temas son diversos, pero hay cuestiones que se repiten.

Sí, son diversos los temas, pero te diría que hay un eje que reúne todo, y ese es la búsqueda de la identidad individual y social, porque para mí, la escritura ha sido siempre un camino de conocimiento, de autoconocimiento. Y  ese camino de conocimiento de mí misma, me ha traído un conocimiento del contexto en el que yo misma y los personajes  se mueven. Contexto social, económico, político, entre lo público y lo privado, el afuera, lo más íntimo, lo social, se ha ido armando esa escritura. Entonces esa búsqueda de la identidad, a veces se mezcla con la época de la dictadura, porque eso atravesó mi generación,  a veces pasa por la búsqueda del amor, la necesidad del amor, con el horror, el camino, la travesía, es decir, el personaje que por el camino se va construyendo a sí mismo. El niño que se convierte en adulto, el joven que se hace hombre, etc.

Lo que decís me remite a “La niña, el corazón y la casa”, esa niña que es Tina, y que busca saber quién es y porqué tiene que vivir con sus padres separados…

-Claro, por ejemplo, ese personaje va teniendo una revelación en el tránsito, podría ser entendida su historia como un relato acerca del descubrimiento de su identidad.

-Y si te menciono a “Stéfano”, donde hablás de la vida de un inmigrante italiano que llega a Argentina, ¿cuánto hay de biográfico en tu escritura?

-Algunos hablan de “Stéfano” como si fuera la biografía de mi papá, pero no es así en realidad. Por supuesto hay cuestiones biográficas, hay tres o cuatro cosas que coinciden con él, como que mi papá era italiano y vino a la Argentina, algún recorrido como hacían todos, y el hecho de que afincó en un lugar. Pero no vino en la época en que vino Stéfano, el personaje del libro, sino que llegó bastante después y no llegó a esa edad, sino mucho más grande. No estuvo mi papá en todos los lugares que recorrió el personaje de ficción, tampoco tocaba el saxo. Sí hay detalles pequeños de mi memoria que aparecen en la historia, como canciones, comidas, costumbres, etc.

No tengo voluntad de contar la propia vida, o la de mi padre en este caso, sino que cuando uno está escribiendo una historia, recurro al bagaje de memoria, a un sótano, una despensa llena de cosas vividas, oídas, vistas, sentidas, y a la hora de construir el personaje, algo de eso aparece. La biografía en lo que uno escribe, la propia biografía, aparece estallada, no aparece entera sino como astillas aquí y allá, mezcladas con otras cosas.

¿Te enamoraste u odiaste alguna vez algo que hayas escrito?

-Hay muchas cosas que escribí que no me convencen, algunas no me convencieron durante bastante tiempo, y después de algún modo, pude resolverlas. Muchas otras no, tengo cosas empezadas en la computadora que ahí quedaron. Si se me pierde la percepción de ese personaje lo abandono. Hay muchas cosas que me desencantaron por el camino. Hay personajes también que me gustan, y otros que aunque no me gusten, me parece que son nodales para eso que estoy contando, pero no le llamaría enamorarme, porque justamente trato de tomar distancia de los personajes. Primero estoy muy empática con ellos, y después hago un proceso para alejarme, en el momento de revisión del escrito, para poder ver con un ojo más crítico eso que hice con el ojo amoroso.

Por ejemplo, Tina de “La niña, el corazón y la casa”; me gusta esa niñita cómo hace algunas resoluciones, también Julieta que está en “Lengua madre” y en “Los manchados” (aunque aquí no aparece directamente sino que está escuchando), me gusta esa escucha que tiene ella. En general, hay muchas mujeres en mis libros, no son pasivas, actúan, buscan, y ese es un tema que aparece mucho en mis escritos. Los personajes buscan algo para sus vidas, se equivocan o no, pero accionan.

Son heroínas en busca de…

-Sí, pero son heroínas llenas de problemas, no idealizadas.

¿Cómo vez el mercado hoy de la literatura infanto-juvenil? Si bien sé que no te gusta categorizar a la literatura, es un campo muy definido en lo comercial y también como campo de estudio.

-Creo que no diría nada nuevo al decirte que en este momento, el mercado del libro está sufriendo una recesión muy importante que se condice con la recesión que está viviendo el país, porque el libro es de algún modo, un artículo que suele incluirse en los recortes presupuestarios. Entonces de todo lo que se edita, la literatura o los libros destinados a niños y a jóvenes, es la zona del mercado editorial que en este momento  más está creciendo o que se estabilizó, en cambio, el resto, ha descendido en cifras de libros vendidos. Además, las compras de libros por el Estado no se están haciendo hace ya un tiempo considerable, más de dos años. Incluso la venta en librerías de libros destinados a adultos también ha bajado, en cambio los libros para chicos se siguen vendiendo, hasta hubo incrementos en las ventas de varios casos.

En cuanto a las temáticas, mirando los libros para chicos, porque creo que más que literatura para chicos, uno tendría que decir libros para chicos, editados pensando en lectores jóvenes, ya que a veces el mismo texto, editado de distinta manera, con ilustraciones, o formas de presentarlo en el papel, funcionan de una y otra manera. Si uno ve los libros por ejemplo, de la editorial Zorro Rojo, puede ver que hay muchos textos que también circulan como libros para adultos, y que han sido editados con ilustraciones, tapa dura, y otros detalles, y son ofrecidos como libros para chicos. Así que no digo que no existan las zonas. A veces, cuando lucho contra los encasillamientos, no quiere decir que yo no conozca y no reconozca el campo de la literatura infanto – juvenil, que es un campo de estudio, que tiene a sus investigadores, sus editoriales, autores y demás.  Lo que estoy diciendo es que no es tan estanco, no es tan predeterminado. Es para poner en tensión el concepto.

Si uno ve los libros editados pensando en un público joven, ahí tenemos distintas zonas: hay libros que apuntan a lo escolar, y entonces a veces, -no siempre-, hay libros fabricados en el sentido que abordan los temas y la currícula de la escuela. Entonces las editoriales proponen a los autores, o al revés, un libro sobre ciertas temáticas. Aparece una temática en el tapete, por decir el bulliyng o la violencia de género, y se desarrollan. Es decir, eso no estaría mal, lo que sucede es que un libro que nace de esa manera, muchas veces nace viciado, en el sentido que nace con un “para” predeterminado. También puede suceder que un autor con ese encargo haga algo maravilloso, porque conecta con algo interno suyo, por ejemplo. Nada es absolutamente de una manera, pero hay una zona editorial y autoral que produce para ciertos valores, enseñanzas, etc. Luego están los otros libros que tienen más autonomía en ese sentido, que tienen quizás mayor complejidad de lenguaje o sugerencias,  y los libro-álbum, propiamente dichos , es decir esos libros construidos con el lenguaje escrito y el de la imagen, que no se pueden separar, y  por otro lado, el libro formado por textos muy ilustrados.

Respecto a los libros mayoritariamente de textos, es donde me parece que suele haber más pobreza desde lo literario, porque muchas veces están muy atravesados por las temáticas que están dando vueltas, y son los que intentan atrapar al otro a través de ese mecanismo.

Hay muchas opciones…

-Sí, pero en realidad es complejo el tema, porque yo estoy pensando siempre en la escuela como espacio de formación de lectores. Ahí, un maestro, un profesor, puede tomar libros a lo mejor más complejos, más sugerentes, libros a los que un niño o un joven no llegan por sí solos, porque tienen menos publicidad, menos difusión, o por ser menos gancheros, por decirlo de algún modo. Pero un maestro como mediador de lectura, puede hacerlos transitar por esas obras, y ayudarlos a convertirse en buenos lectores.

¿En qué estás trabajando actualmente?

-Bueno, el año pasado salieron dos libros míos, un libro de cuentos que se llama “A no mucha gente le gusta esa tranquilidad” y un libro de poesías “Cleofé”, ninguno de ellos para chicos, y estuve trabajando en un libro álbum que se llama “Clara y el hombre en la ventana”, con la ilustradora `Martina Trach, para editorial Limonero, el cual va a salir en noviembre. Fue una experiencia nueva para mí, porque yo lo que hice fue escribir escenas para la ilustradora, para que ella las convirtiera en imágenes. Luego tengo unas cosas empezadas, muy verdes todavía. En estos últimos días me parece le estoy encontrando la punta a una novela. Lo que pasa es que hago muchas cosas, y tampoco  me obligo a escribir una determinada cantidad de horas al día.

Ah, bien, no escribís metódicamente, todos los días…

-Puedo pasarme semanas y hasta meses sin escribir ficción. Aunque siempre estoy escribiendo, contestando entrevistas y haciendo otro tipo de escritos.

Participás bastante de Facebook,  ¿qué pensás de las redes sociales?

Facebook me interesa,  tanto para compartir como para leer, pero como todo, depende del uso que uno le dé. Descubro ahí cosas interesantes que algunos postean, pero si hay quienes postean cosas poco interesantes para leer o torpes, tal vez ya no sigo a esa persona, pero si no, muchas veces accedo a notas, comentarios o cosas a las que no había accedido por otro medio. A la vez, soy muy lectora, y algunas cosas que aparecen y que me gustan, las comparto con otros.

Tras ganar el “Hans Christian Andersen”, ¿qué desafíos te quedan?

-He tratado hacia mi interior que nada me congele (ríe), quiero seguir estando viva en relación con lo que escribo, con lo que leo, con lo que hago. Para que eso sea así uno necesita tener una cuota de incerteza, inseguridad, temblor. Eso se consigue cuando uno se arriesga a ciertas cosas. Podría escribir sólo para chicos porque ahí tengo mi premio mayor y no lo hago, incluso a veces priorizo invitaciones que me llevan a lugares que no conozco. Escucho mi deseo.

¿Cómo te llevás con tus lectores?

-Puedo encontrarme con todo tipo de público. Con niños, adultos, jóvenes, tengo bastante ejercicio en eso, pero el público que más me cuesta son los niños muy pequeños, los de pre-escolar, me cuestan más los encuentros con ellos porque tengo menos producción para ese rango etario y no soy especialista en primera infancia.

¿Cómo te sentís en ferias más pequeñas como la de Carlos Paz, instancias en las que también te presentás?

-Yo soy siempre muy agradecida porque soy una escritora que me he ido construyendo, nada me fue dado así fácilmente. Pasé por muchos trabajos, por momentos de mucha carencia, no venía de un mundo de relación con escritores, vine de un pueblo a la ciudad.

Y el lema de este año de la Feria, habló justamente del empoderamiento de la mujer.

-Exacto.

¿Te considerás feminista?

-Sí,  mi preocupación por la vida de las mujeres y sus condiciones de vida viene desde hace muchos años. Milito por la ley del aborto seguro, gratuito y legal, inclusivo en este último tiempo, pero en los años 80’, hacía un trabajo en el barrio donde yo vivía con otras mujeres, sobre las condiciones de vida de las mujeres de aquel entonces. Recién terminaba la dictadura. Fue una militancia barrial, pequeña, pero importante. Al principio nos costaba llamarnos feministas, pero ya lo éramos. Pero sí lo soy, y vivo con mucho entusiasmo el empoderamiento contemporáneo de las mujeres, y esa articulación entre madres, hijas y nietas que se da, me parece muy interesante.

A la hora de escribir, lo que me interesa es la diversidad de formas de ser mujer, nunca le impondría a mis personajes que fueran feministas, luchadoras, liberadas, sólo las miro para intentar comprenderlas.

Con esta idea, también entra un trabajo de edición que hacemos con una de mis hijas, Juana Luján, y Carolina Rossi, con quienes dirigimos una colección de narradoras argentinas olvidadas de la Editorial Universitaria de Villa María, Eduvim. Este año se cumplen 10 títulos que sacamos, hace seis años que trabajamos  en esto. Son cuentos o novelas de narradoras que ya han muerto, pero que son muy importantes como Amalia Jamilis, Paula Wajsman,  Libertad Demitrópulos, entre otras.

Por último, y esto te lo pregunto casi con preocupación, porque en redes sociales sucede mucho, ¿qué le podríamos decir a quienes nos tildan de feminazis?

-Bueno, eso me parece una denominación terrible. Quien actúa de esa manera creo que tiene una intolerancia muy grande respecto a los lugares que va ocupando la mujer y sus conquistas sociales. Me parece también que en el momento que estamos viviendo, con  el empoderamiento de las mujeres, estamos viviendo la construcción de nuevas masculinidades.  Muchos jóvenes y  niños vienen mirando otras cosas. La sociedad que buscamos no intenta excluir a los varones, sino que en la construcción de los nuevos modos de ser mujer, hay nuevos modos de ser varón. Hace poco, en una manifestación, vi un muchacho jovencito con un cartel que decía: “Lo que me enamora es tu libertad” y me pareció hermoso, porque tiene que ver con eso.

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