Empatía, una gran razón más para leer ficción: ponerse en la piel del otro

Analía Juan nos habla de uno de los tantos beneficios de leer ficción. Además de estimular la imaginación y la creatividad, mejorar el vocabulario y la ortografía, leer cuentos, novelas, poesía, entre otras cosas, hace que podamos ponernos en lugar del otro, comprender otras realidades, en definitiva, mejorar nuestra capacidad humana y nuestra relación con las personas.

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Siempre hablamos de los beneficios de estimular la lectura en nuestros niños ya sea por el impulso creador atravesado por la imaginación que vuela, o por el progreso en la ortografía y vocabulario, tópicos que ya tenemos archisabidos los padres amigos de los libros.

Suelo comparar a los libros con una fruta, de esas deliciosas de cada estación del año. Si en verano comemos un durazno, no lo hacemos pensando en que estamos ingiriendo vitaminas del complejo B y C, minerales como el potasio, zeaxantina, y betacarotenos. Lo comemos simplemente porque es rico, porque lo disfrutamos. Con los libros es igual, no se le puede dar de leer un cuento a los niños con todo el recetario de los beneficios de la lectura, eso se incorporará por añadidura, «sin querer queriendo» diría El Chavo, al igual que las vitaminas del durazno. La clave es leer por placer y lo demás vendrá de regalo.

Y justamente uno de esos regalos o beneficios, como quieran llamarle, se trata de la empatía, algo poco difundido. Es decir, la capacidad de ponerse en la piel del otro. Así es, los cuentos nos permiten ponernos en el lugar del otro, que buena falta hace en estos tiempos.

Un niño que puede situarse en lugar del puercoespín con el que los demás animales del bosque no quieren jugar porque temen a sus púas pinchudas, hace que pueda trasladar ese sentir hacia algún compañerito que por alguna diferencia física o social, quede marginado del resto. También puede ponerse en el lugar de los padres que buscan desesperadamente al osito perdido que se había quedado jugando con el conejo y se había olvidado de avisar.

O sentir lo mismo que Ignacio, quien tuvo que ayudar a su abuelo a recuperarse de las secuelas de un infarto, del libro Un pasito otro pasito” de Tomie de Paola. Hay tantas historias en los cuentos… hermanitos que llegan a desbaratar la armonía, padres que toman diferentes caminos, vacas que a pesar de todo deciden estudiar, bichos del campo que visitan la ciudad. Personajes a los que les pasan cosas, que sufren, aman, ríen, disfrutan, lloran, sienten miedos, como en la vida misma.

Y para rematarla, hay estudios científicos que avalan esto de la empatía y la lectura de obras de ficción, es decir de cuentos, novelas, relatos. Entendiendo por no ficción, su opuesto, a los ensayos, investigaciones periodísticas, política, etc.

En particular, “parece ser que la lectura de obras de ficción, literalmente, te abre la cabeza”, escribió el biólogo, docente, investigador y divulgador científico argentino Diego Golombek. Las tramas sólo terminan de armarse en la cabeza del lector, y no sólo en la pluma del escritor y, así, activan mecanismos de neuroplasticidad que nos cambian el cerebro y mejoran nuestro comportamiento social. Pero lo más fascinante es que una serie de experimentos muy recientes sugieren que la lectura mejora nuestra capacidad para la empatía, o sea, el poder relacionarnos afectivamente con otros, comprender sus sentimientos y acompañarlos en el camino.

Una de las experiencias –publicada hace poco en la revista Science por parte de un grupo de la New School de los EE.UU.-,dividió a los voluntarios en cuatro grupos: uno debió leer ficción literaria de calidad (de acuerdo con estándares de los premios literarios más prestigiosos), a otro le tocó ficción más popular y best sellers, otros leyeron ensayos de no ficción y, por último, un cuarto grupo no leyó durante el experimento. Luego se les pidió a todos que identificaran emociones en imágenes de caras con diferentes expresiones: los que mejor rindieron fueron los del primer grupo. La conclusión es que las buenas lecturas mejoran la capacidad en tener una buena teoría de la mente, que nos permite meternos en la cabeza del otro para entenderlo mejor y predecir sus acciones. Más aún: otro estudio, esta vez desde Holanda (¡y con lo difícil que es leer en holandés!), replicó estos hallazgos, y también indica que cuando la gente lee ficción, se transporta emocionalmente con la trama y la historia, lo que mejora sus capacidades empáticas por alrededor de una semana post lectura.

 

 

Y esto no sólo tiene que ver con estimular la lectura en los niños, nosotros también necesitamos ponernos en el lugar de ellos. Muchas veces como adultos olvidamos cómo se sentían las cosas cuando éramos chicos.

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Analía Juan
Mamá de Mateo, un angelito que la cuida, y de María Celeste y Ana Victoria; gracias a ellas descubrió el camino de la literatura infantil, fue poner un pie y ya no quiso salirse de esa senda. Cree profundamente en el potencial creador de los niños y siente que leerles cuentos y poesías es otra forma de acariciar. Escritora, docente y Coordinadora de Talleres de Literatura para niños y adultos en Jesús María y Colonia Caroya, Córdoba, Argentina. Como Coordinadora de talleres literarios para chicos, ha conseguido que sus alumnos se destaquen, obteniendo en varias oportunidades primeros puestos en concursos nacionales como el destacado Concurso Literario Nacional “¿Quién apaga las estrellas?” del Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi), de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

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