Premio a la imaginación de los chicos: una experiencia inolvidable

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En noviembre del 2014 en una de las columnas escribía:

“…Las valijas vuelven cargadas de  alegrías, esperanzas, experiencias de vida, y un montón de beneficios colaterales que irán floreciendo de apoco al demostrarse a si mismos y a los demás que no importa cuán chica sea una escuela o una comunidad porque siempre hay horizontes posibles si hay adultos que confíen en el potencial creador que tienen los niños”

Y hoy me encuentro pensando exactamente lo mismo.

Por quinto año consecutivo participamos del Concurso  Nacional de cuentos ¿Quién apaga las estrellas? en homenaje a nuestro gran Gustavo Roldán, ícono de la literatura infantil. Este es el único concurso de literatura infantil a nivel nacional, por lo que participan chicos de todo el país y es engalanado los miembros del jurado representado por los mejores escritores de literatura infantil de Argentina. Por él han pasado Laura Devetach, María Teresa Andruetto, Ricardo Mariño, Ema Wolf, Adela Basch, Laura Roldan, Pula Bombara, Juan Lima, entre otros.

En esta oportunidad nuevamente recibimos premios, otra vez la máquina de los recuerdos estampó su sello en seis niños, en sus familias, por supuesto y en la comunidad.

Esta vez recibimos un Primer premio a nivel grupal (Agustina, Kiara, Yanella y Uma entre 8 y 9 años) y dos Menciones individuales (Pilar 11 años y Alejo 9 años).

De estos niños puedo decir que sólo Alejo es un ferviente lector, al igual que su hermana, acompañados naturalmente por una familia que los estimula a seguir en este camino. Cualquiera esperaría que para él jugar con las palabras para concebir historias sea más fácil y definitivamente lo es, un premio como este le saca brillo a las ganas de seguir leyendo y escribiendo que tienen todos los chicos que asisten al taller literario “Barriletes en vuelo” de Colonia Caroya.

En cambio en el otro grupo hay niñas que por primera vez se acercaron a los cuentos y a las poesías por fuera del ámbito escolar, sin tareas de por medio, sin tener que analizar ni desmenuzar palabras. Este año descubrieron que leer o que te lean también es un placer, descubrieron que se puede jugar con fantasmas, que se pueden escribir poesías recorriendo el barrio, que hay cuentos para reír a carcajadas, para soltar una lágrima, para suspirar y para volar como mariposas. Esto fue posible gracias  a los talleres literarios municipales que se dictan en distintos puntos de la ciudad de Jesús María. En este caso, las niñas premiadas pertenecen a dos de los barrios más humildes, Costanera y Sierras y Parques. Creo que ni ellas mismas a principios de año, hubieran esperado ser reconocidas en un concurso literario y eso le da un destello mayor a este premio.

Es que la literatura en poder de los niños, sea del barrio que sean, básicamente se trata de imaginar, de recrear historias inspiradas en otros libros o en experiencias vividas o escuchadas. Los chicos son como un ovillo de lana del que hay que ir tirando para desovillar las palabras con las que urdiremos un tejido. Ellos tienen el secreto en esa madeja pero es necesario, fundamental diría yo que haya adultos que hagan el trabajo de poner los puntos en las agujas y les muestren las bellas creaciones que pueden elaborar con las palabras que guardan dentro.

Ya hace dos años que este concurso no cuenta con el apoyo del Ministerio de Educación de la Nación, por lo tanto el viaje a recibir el galardón ya no está dentro de los beneficio, este año desde el municipio de la ciudad no dudaron en acompañar este gran logro de los niños y costearon el viaje.

Me gustaría que quienes estén leyendo la columna logren ponerse en el lugar de estas familias de los barrios humildes que vieron bajar una sorpresa que jamás soñaron como si fuera una estrella de Navidad, y más aún por mérito de sus hijas. El viaje fue en avión, con sólo decir que para las pequeñas era la primera vez que subían una escalera mecánica pondrán deducir el resto. Yo sigo emocionándome al recordar esos ojitos descubriéndolo todo, la voz de Agustina repitiendo “esto es un sueño, seño, es como un sueño”.

Ser parte de estas experiencias que los trascienden es un regalo de la vida, saber que ocurrieron a partir de la palabra, de la imaginación, de la literatura, ilumina como un faro el camino de quienes creemos que sembrar en los niños y creer en sus capacidades vale la pena.

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